sábado, 2 de junio de 2012

Mitos Educativos y Culturales


Mitos educativos y culturales


Mito 1: El Mito del Mestizaje Cultural
A la pregunta “¿Quiénes somos?”, muchos probablemente habrán respondido “soy mestizo”. Esta respuesta es por lo general ambigua y responde a dos tendencias opuestas. Cuando la respuesta cae dentro de la categoría de identidad biológica, desde el punto de vista de la discriminación, es una respuesta positiva. Es una respuesta positiva porque el opuesto del mestizaje en este caso es la posesión de una raza supuestamente “pura”. La suposición de que existen razas puras no es fruto de estudios científicos sino de la ideología del racismo. Y nótese, no estamos diciendo que “el racismo es el producto de las razas”, sino que “las razas son el producto del racismo (la discriminación racial)”.
Las razas biológicas dentro de la categoría del ser humano no existen, porque biológicamente la única raza humana que existe es la del ser humano, como homo sapiens. La idea de que existen razas es un invento que nació de actitudes racistas, que pretendieron esconder su ideología discriminatoria bajo la alfombra de pseudo hechos científicos.
En concreto, el mestizaje cultural es un mito relacionado a políticas asimilacionistas y discriminatorias por dos razones fundamentales. Por un lado, intenta esconder la gran riqueza y diversidad cultural que posee el Perú. Por el otro, ignora y esconde las desigualdades sociales, económicas y culturales que son producto de la discriminación cultural. En ambos casos, al igual que en el caso de las políticas de trato igualitario, se procura eliminar la diversidad cultural y asimilar las culturas diferentes a la predominante. De tal modo, el mito del mestizaje cultural es un síntoma de las políticas asimilacionistas que a la vez refuerza la discriminación cultural que generan tales políticas.

Mito 2. El Perú como Estado Monocultural
Así como el mito del “mestizaje cultural” ha cumplido la función de brindar una identidad ficticia colectiva para justificar políticas asimilacionistas, el proyecto de país que ha acompañado a este mito es otro: el mito de que Perú es (debería ser) un Estado monocultural. Como señala Patricia Salas, “la nación que se buscó construir durante estos dos siglos ha sido una sociedad homogénea: una cultura, una lengua y una religión”.
El proyecto del Estado-Nación moderno, se convierte en un Estado represor que busca la asimilación de identidades culturales diferentes. La discriminación se convierte en política de Estado, pese a que formalmente las leyes defiendan una igualdad ante la ley vacía. Sin embargo, como ya hemos visto, tales políticas asimilacionistas, por ser discriminatorias, constituyen una grave vulneración a los derechos.
Por otra parte, este fantasma de proyecto de país nos enceguece con la idea de que el desarrollo del país solo es posible asimilando a sus diferentes culturas a la cultura predominante. En el Perú, el modelo de desarrollo sigue obedeciendo ciegamente la lógica de este proyecto de país que presenta a la diversidad cultural como problema a resolver (mediante la asimilación) en vez de riqueza a aprovechar. En un taller reciente en Apurímac, no nos sorprendió constatar que la mayoría de participantes identificasen a la diversidad cultural (entre incas y chankas) como uno de los principales obstáculos para el desarrollo del departamento. Cuando los peruanos intentamos entender los altos niveles de pobreza del país, la diversidad cultural y geográfica (arbitrariamente divididas entre costa, sierra y selva), con toda certeza, serán utilizadas como chivos expiatorios 9 de cada 10 veces.
Sin embargo, existen ejemplos de desarrollo económico en el Perú que apuntan en la dirección opuesta, y perciben a la diversidad cultural como riqueza. El caso del “boom” de la gastronomía peruana a nivel mundial de los últimos años ilustra de qué manera la diversidad cultural (aquí entendida como una variedad de tradiciones culinarias milenarias) es un factor de riqueza: los diversos sabores ancestrales del Perú (por separado y en fusiones originales) han cautivado paladares en el mundo entero. El caso del turismo también ilustra cómo la diversidad cultural es una riqueza: políticas públicas valoran altamente la diversidad cultural en la historia peruana para vender atractivos únicos a los turistas.

Mito 3. El Mito de La Escuela
Así como el mito del mestizaje cultural colabora con el mito del Estado-Nación monocultural para fomentar políticas asimilacionistas, estos dos mitos han generado una concepción particular de la escuela, que aquí denominaremos el “mito de la escuela”. Siguiendo las políticas asimilacionistas del proyecto de país que busca eliminar las identidades culturales diferentes, la escuela fue una herramienta fundamental para fomentar una única lengua, cultura y religión. “La construcción e implementación de un modelo educativo único ‘nacional’ llevó consigo el inicio de un proceso de deculturalización compulsiva de todos aquellos pueblos y grupos socioculturales diferentes del hegemónico”.
Emerge así el mito según el cual a través de la escuela miembros de culturas diferentes pueden “superarse” y progresar, convertirse en verdaderos ciudadanos. Sin embargo, “superarse” se entiende como abandonar las raíces culturales propias y aceptar, en su lugar, una identidad cultural “criolla” o “mestiza”. En tal sentido, la superación que promete el mito de la escuela esconde una fortísima discriminación cultural. Como afirma Portocarrero, según el mito de la escuela, “para ser ciudadanos los indígenas deberían acriollarse. Dejar atrás usos y costumbres, sinónimos de pobreza y atraso, aprender español, mimetizarse con la cultura criolla”.
La escuela en efecto es un motor de progreso, de “superación”, pero solo cuando “superación” se entiende como ampliación de las libertades, capacidades y opciones de las personas; cuando la escuela (y la universidad) respeta las identidades culturales de sus alumnos en vez de intentar suprimirlas; y cuando forma ciudadanos plenos, que disfrutan y promueven los derechos humanos en vez de ciudadanos truncos, a quienes les enseña a esconder sus identidades culturales.

Mito 4. El Profesor Sabelotodo y el Alumno “No Sabe Nada”
El mito de la escuela fomenta una imagen clara sobre la función del docente y del alumno. El docente tiene la función de comunicar a los alumnos los contenidos que ellos y ellas deben aprender de memoria, puesto que el/la docente es quien sabe y el alumno quien no. Esta visión premia la disciplina y obediencia en los alumnos, porque estas cualidades son las que le permiten captar pasivamente los contenidos que comunica el docente. La capacidad de pensamiento independiente, de crítica y de diálogo, no solo que no se premian (porque entorpecen el proceso de transferencia de conocimientos del profesor al alumno), sino que se castigan.
Siguiendo este mito, las escuelas peruanas (y las de muchos otros países) reprimieron la capacidad de diálogo y de pensamiento independiente de sus educandos, fomentando capacidades castrenses de obediencia y disciplina. No es casual que en el Perú de 2008, se fuerce a niños y niñas en las escuelas a marchar para las fiestas patrias, a cantar semanalmente el himno nacional, a actuar como “policías escolares” o a “hacer ranas” como forma de castigo. Estas prácticas se nutren de la idea que la escuela debe fomentar en el campo de las actitudes el orden y la disciplina, y en el campo intelectual la memorización mecánica de contenidos. La idea de la escuela se convierte en la de una institución autoritaria y la de la relación docente-alumno en una relación vertical. Desde el punto de vista del mito del profesor “sabelotodo” y el alumno “no sabe nada”, el diálogo, el interaprendizaje, la crítica y el pensamiento independiente son todos obstáculos para la educación.

La educación intercultural, en cambio, fomenta las relaciones de interaprendizaje y de diálogo entre docentes y alumnos. En vez de fomentar la obediencia pasiva, la educación intercultural promueve que desde niños aprendamos a dialogar con los otros, a compartir lo nuestro con ellos y a aprender de ellos. En vez de memorizar contenidos que poco tienen que ver con nuestra realidad, la educación intercultural demanda que los contenidos sean relevantes al contexto socio-cultural de los estudiantes y que ellos mismos también sean partícipes de lo que desean aprender. En vez de fomentar que el docente imponga un modelo cultural preestablecido, la escuela debería ser un lugar de encuentro y diálogo entre identidades culturales diferentes.

Por lo tanto, la educación intercultural debe rechazar tanto el mito de la escuela como el del profesor sabelotodo. Debe reemplazar estas visiones con las de una educación democrática, horizontal, dialogante, crítica, respetuosa de las diferencias culturales y abiertas al interaprendizaje. Solamente así se podrán respetar los derechos humanos de los educandos.



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